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miércoles, 8 de marzo de 2017

La inteligencia del corazón

“Quienes creen en las corazonadas, quizás no estén equivocados”.

Extensas investigaciones neurocardiológicas, como las llevadas a cabo por la universidad de Oxford, han encontrado algunos hallazgos muy interesantes que sugieren que el corazón humano no es una simple “bomba”, sino que es un sistema complejo que funciona de forma similar a un cerebro y que el corazón es un órgano capaz de recibir y procesar información y redirigir datos al cerebro.

El año 2012, se publicó en “La Contra” de la Vanguardia una entrevista muy interesante a Annie Marquier titulada “El corazón tiene cerebro”.

Annie Marquier (1940, Toulouse, Francia) es una de las autoras más importantes sobre crecimiento interior y espiritualidad. Licenciada en Matemáticas y Música, a principios de los años 70 se trasladó a la India donde estudió la espiritualidad oriental. A su regreso, se especializó en psicología holística y desarrollo personal, ámbito en el que es una autoridad desde que, en 1982, fundara el “Instituto para el Desarrollo de la Persona” en Québec (Canadá). Entre sus obras destacan “El poder de elegir” y “La libertad de ser” y “El maestro del corazón”.

En dicha entrevista se expone lo siguiente:

Se ha descubierto que el corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo.

Gracias a esos circuitos tan elaborados, parece que el corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro; y que puede aprender, recordar e incluso percibir.

Existen cuatro tipos de conexiones que parten del corazón y van hacia el cerebro:

1. La comunicación neurológica mediante la transmisión de impulsos nerviosos.

El corazón envía más información al cerebro de la que recibe, es el único órgano del cuerpo con esa propiedad, y puede inhibir o activar determinadas partes del cerebro según las circunstancias. Por tanto, puede influir en nuestra percepción de la realidad y por tanto en nuestras reacciones.

2. La información bioquímica mediante neurotransmisores y hormonas.

Es el corazón el que produce la hormona ANF, la que asegura el equilibrio general del cuerpo: la homeostasis. Uno de sus efectos es inhibir la producción de la hormona del estrés y producir y liberar oxitocina, la que se conoce como hormona del amor.

3. La comunicación biofísica mediante ondas de presión.

Parece ser que a través del ritmo cardiaco y sus variaciones el corazón envía mensajes al cerebro y al resto del cuerpo.

4. La comunicación energética.

El campo electromagnético del corazón es el más potente de todos los órganos del cuerpo, 5.000 veces más intenso que el del cerebro. Y se ha observado que cambia en función del estado emocional.

Hay dos clases de variación de la frecuencia cardiaca: una es armoniosa, de ondas amplias y regulares, y toma esa forma cuando la persona tiene emociones y pensamientos positivos, elevados y generosos. La otra es desordenada, con ondas incoherentes que aparece con las emociones negativas: miedo, ira, desconfianza…

Pero hay más: las ondas cerebrales se sincronizan con estas variaciones del ritmo cardiaco; es decir, que el corazón arrastra a la cabeza.

Ese cambio magnético del corazón se extiende alrededor del cuerpo entre dos y cuatro metros, es decir, que todos los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón.

El circuito del “cerebro” del corazón es el primero en tratar la información que después pasa por el cerebro de la cabeza. Este nuevo circuito no pasa por las viejas memorias. Su conocimiento es inmediato, instantáneo, y, por ello, tiene una percepción exacta de la realidad. El “cerebro” del corazón activa en el cerebro de la cabeza centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas.

Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el “cerebro” del corazón crea un estado de coherencia biológico, todo se armoniza y funciona correctamente. Podríamos decir que se trata de una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas.

El ser humano lleva consigo un potencial extraordinario de conciencia no activado. Se activa con la práctica de pensamientos y emociones positivas. Para ello, debemos observar nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos y escoger las emociones que nos pueden hacer sentir bien.

Debemos aprender a confiar en la intuición y reconocer que el verdadero origen de nuestras reacciones emocionales no está en lo que ocurre en el exterior, sino en nuestro interior... Y preguntarle al corazón cuando no sepamos qué hacer.


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